jueves, 28 de abril de 2011

Postal Ferias Artesanales

La capital de Perú, Lima, te ofrece todo tipo de recuerdos para que tu viaje sea completo. Entre muchos lugares, puedes visitar Miraflores, distrito turístico concurrido hasta en domingo. Escúchelo aquí.

viernes, 29 de octubre de 2010

DIRECCIÓN EQUIVOCADA

Con solo una semana de pre, post y producción (completa) este fue el resultado de la adaptación improvisada de un cuento de Julio Ramón Ribeyro en la Lima actual. Pensamos que saldría cualquier cosa y es cierto, lo fue, pero ese cualquier cosa nos gustó.

Twitter @royflorez

Taller de televisión - IX Ciclo
2010-2
Lima, Perú.

Parte 1:

Parte 2:

miércoles, 25 de febrero de 2009

EL SUERO DE LA LIBERTAD

Furia. Encender una Harley-Davidson y acelerarla es como tocar una despiadada sinfonía pavimental de un motor sin ley. Quién se atreva a pensar que solo es conducir, no debería haber dejado el triciclo jamás. La compañía de motocicletas que factura más de 934 millones de dólares anuales en todo el planeta, inyectó en el Perú el mejor veneno para las almas que decidieron vivir de un arrancón: Harldrenalina pura.

Diez de la noche. Es jueves y el Bar Arango de Surco recibe a los comensales más encuerados que pueda atraer. Dos brillantes filas de estas máquinas adosadas protegen la entrada principal. Rugen. Mamá y papá llegaron a cenar. Linda foto, motociclistas todos. Serlo en nuestro país es casi un lujo y del Club Harley-Davidson, un gran privilegio. Actualmente, sus miembros son ya más de un centenar, quienes gracias a la iniciativa del corredor Nieto Johamovich -primer dealer de la marca en Lima- cumplen un deseo al venir recorriendo los distritos de la capital y otras ciudades desde 1997. Once velitas.

Ellos, de día, encorbatados y circunspectos profesionales; de noche, todo traje polipima y parsimoniosa postura quedan en casa. Salir bajo el negro cielo a las calles es el verdadero quehacer de gente como Eduardo Sal y Rosas, presidente del Club. Abogado que se dedica a gerenciar su propia compañía importadora de máquinas tragamonedas y distribuidora de cosméticos. Okey, no tienen nada que ver. Pero tampoco la moto. Sin embargo, logró encontrar hace años un verdadero sentido de vida sobre el ruido de 350 caballos de fuerza y la pasión correcta. Ejemplo que corrobora la frase que me regaló Luis Giusti, ingeniero mecánico y ex presidente -o past president, como dice su personal card-: “Existen dos tipos de motociclistas. Los que tiene una moto y los que tienen una Harley”.

Para ser parte del Club no solo son necesarias las botas, los guantes, las gafas, el pañuelo, la casaca o los 70 dólares de aporte mensual. La buena ‘facha’ oscurantista, pero lo esencial se porta dentro. La actitud ‘harlista’ llegó a ser una mezcla de glóbulos rebeldes con plaquetas de cuero que van por el plasma de la libertad. Aunque, no son muy poetas a la vista, el construirlas ha logrado ubicarse en calidad de arte. Desde su fundación en 1903 por William Harley y Arthur Davidson, pasando por estrenos Hollywoodienses de los ochentas, hasta los 45 mil dólares que actualmente se puede desembolsar para regresar sobre una. Condiciones que reafirmaron su condición de joyas motorizadas. Gracias por el cherry Terminator.

A 180 kilómetros por hora, no se piensa en nada más que en esa línea amarilla interminable que nos persigue al flanco izquierdo. Y simplemente, disfrutar mientras que el horizonte deja de serlo para convertirse en destino. Reinventarse, transformarse. Nacer otra vez. O, cómo dice el rolón de Steppenwolf, himno: Born to be wild. Nacer para ser salvaje.

viernes, 12 de diciembre de 2008

PALUDISMO ESCRITO

La manifestación clínica típica del paludismo es el acceso palúdico: cada dos o tres días el paciente presenta escalofríos seguidos de fiebre alta, horas después comienza la sudoración abundante y se pone amarillo. En el Perú, la prensa sensacionalista es el mosquito Anopheles que se compra por unos ripios para dejarnos picar. Qué rico.

El Tío Sam de los ochenta, unía el rompecabezas que tiene por soberanía, los nexos: La Prensa Escrita (periodiquitos también). Los estados con mayor fuerza expresiva, económica y social, desenvainaban textos, afilaban notas, disparaban flashes, se lanzaban letras. Entre Washington y Nueva York no había kilómetros -o millas-, había sangre impresa.

Joseph Pulitzer, editor y dueño del New York World, hizo conocida la historia de un chico de calle, de cultura callejón -si se quiere-, escaso de modales, carente de dientes, enpijamado y pelón. Por hablar de historia, hasta se podría decir que fue de poco a poco que se hizo conocido; sin embargo, fue de mucho a mucho. Capturó, no solo la aceptación, sino la mente y la psiquis de los lectores que desencadenaron el bicho morboso que todos tenían dentro, pero que nadie daba por leído. The Yellow Kid o El Chico Amarillo, puso en on el maquinón industrial que manufactura catástrofes, choques, muerte, violación, mentiras y exageraciones a diario.

Llegó a nuestro país, como todo lo que se hace fuera. Lo modificamos, lo estructuramos a nuestro ritmo, lo hicimos tropical, le pusimos las fuentes que más nos gusta, dos estrellitas y un cupón. Un circo. Vendido. Cierto, un circo. Sin domador de redactores, sin lanza primicias verdaderas, sin hombres bala que apunten en la dirección correcta, sin equilibristas que sepan hacer lo suyo, eso, equilibrar los datos, contrastar información. Y mucho menos, sin un maestro de ceremonias que modere a sus acróbatas de la noticia.

Uno, dos, cuatro, seis ¿Qué sigue? ¡Ah! Nueve. A veces nos olvidamos de contar. La educación de nuestro país no es mala, solo que no se le presta atención. Exacto. No se le atiende en donde más se necesita. Pretendía enumerar las variables por las que la prensa amarilla se mantiene en pie y vive holgada. Let’s see.

Primero, la mamá le grita al hijo, lo maltrata, lo insulta, él crece frustrado: infancia dura. Segundo, el hijo se convierte en padre, casado maltrata a su esposa, ella decide huir: abandono de hogar. Tercero, la casa está desmantelada, una célula de la sociedad dejó de existir, son varias: destrucción familiar. Cuarto, son muchos los casos. ¿Cómo se llama la obra? Fácil: Mundo. Y son los desniveles desmedidos que la formación de cada individuo aporta para coronar al Perú con un primer lugar en el escalafón mundial de la creación de anticuerpos ante la educación. Claro, después del continente africano.

Mientras esta cadena mantenga cada eslabón unido, el truco de la noticia seguirá contagiando cada año, quizá lustro, década o más, a cada quién se deje infectar. Es cuestión de costumbre, probablemente de ambiente social, es lo mismo, igual, el círculo encierra a los mismos elementos. Están en red. Si únicamente se le atribuyera la culpa al sol por ‘amarillentar’ las páginas de los tabloides que cuelgan con ganchos en los kioscos esquineros, sería otro el cantar. Pero no. Demasiada pepa hasta para la prensa más chicha. Y la chicha es del Perú.

Salud. No olviden repelente.

martes, 18 de noviembre de 2008

QUERIDO BLOG

Lamparita a medio encender, una balada venosa de fondo, lapicero frutado, pijama, el corazón en la mano. Paso a paso, va evocando la escena que se adueñará está noche de esas páginas que fungen de confidente. Saca la lengua, lo piensa, sonríe. Y así, pasará los siguientes minutos en una catarsis emocional que terminará refugiándose bajo el tibio regazo de una almohada. Vaya, aquellos tiempos.

No ha pasado mucho desde que el diario era el psiquiatra más económico del pueblo. Se lo llenaba de anécdotas, lágrimas, felicidad y muchos secretos. Eso era. No por algo venía con un pequeño candado para colgar del cuello o esconder como la mejor gema patrimonial. Secretos. Pues sí, los más profundos y prohibidos, ninguna pupila era digna de leerlos. Dos mil ocho, todo cambió.

Hoy, podemos enterarnos de cualquier evento en la vida de los demás. Se ha vuelto irrelevante la calidad de sujeto público, uno mismo tiene la facilidad de elevarse o rebajarse -como quieran- al estado de pertenecer al qué dirán, a la comidilla. Clic aquí, clic allá. Listo. Y ya conocemos desde las vacunas que al vecino le faltan, hasta el número de romances que su hermana posee. Ahora, la tendencia de exponerlo es real, existe esa necesidad de sentirse una cuasi estrella y de hacerlo público.

Los blogs, abreviatura weblogs (cuadernos de bitácora), son diarios actualizados periódicamente, que ofrecen comentarios con poca o ninguna intervención de editores externos. Se suelen presentar como una serie de mensajes, anotaciones individuales con noticias o comentarios, por orden cronológico inverso. Muchas veces, los mensajes incluyen foto e hipervínculos a otras páginas que permiten a los comentaristas aprovechar el contenido de todo el ciberespacio. Pueden ser diarios personales (ya lo saben), análisis políticos, periodísticos, empresariales, tecnológicos, educativos, sobre nada o sobre mucho o todo junto. Un ‘cibershampoo’.

El acceso a la información se ha vuelto rápido y sencillo, pero, la difusión de la misma, se ha convertido en poderosa. Se puede derrumbar una marca y ensalzar un nombre en días, conseguir adeptos a una campaña, apoyar una causa, aprender. O por el contrario, como romper una tradición, vilipendiar un logro, exponer de la forma más burda y rastrera la imagen de cualquier individuo mortal. Se puede todo. Y los bloggers lo saben. Ellos son los administradores de buena, y a veces cuestionable, fe. Tienen la voluntad que comunicar a la sociedad en una suerte de periodismo ciudadano. La voz de los sin voz. Por dinero o hobbie, los blogs, hoy en día, son las herramientas con la mano de obra más sencilla de los procesos comunicativos digitales. En su mayoría, gratis.


Se han convertido -casi, casi- en un quinto poder que vigila a los medios convencionales. Con frecuencia, la velocidad de las reacciones de los bloggers obliga a los medios a corregir sus propios errores antes de que se propaguen. Utilizando a los weblogs, asimismo, como depósitos de información. Ofrecen contenidos de primera mano, sin filtro, ni colador. Las bitácoras proporcionan, incluso, análisis expertos y resúmenes de textos en otras lenguas (artículos de periódico o estudios oficiales) que, de otro modo, los periodistas y comentaristas no podrían leer o entender.

El gran mundo blog sirve también como barómetro. Juzgar si una noticia debe recibir más atención por parte de los medios de comunicación. Cuántas más bitácoras traten sobre un tema, más probabilidades hay de que la ‘blogosfera’ establezca la agenda de futuras informaciones y sintetice cuestiones complejas en los temas clave, así como dar pistas a los demás medios mediante las interacciones. Los bloggers pueden publicar reacciones ante acontecimientos políticos importantes sobre la marcha, antes que los medios y la velocidad les ayuda a corregir sus errores. Al toque. Cuando encuentran uno, pueden corregirlo o actualizarlo en segundos.

Para tener una idea de su fuerza, el día 21 de marzo de 2006 (dos días después de que EE.UU. iniciara su campaña impacto y pavor contra Irak) había el rumor, luego desmentido, de que el famoso primo de Sadam Husein, Alí Hasan al Majid, " Alí el Químico", había muerto en un bombardeo. Suena gracioso, pero casi el medio oriente “entero” optó por conectarse a la Red, en lugar de sintonizar las noticias en TV. Pues el gran titular era la repentina e inquietante desaparición de Salam Pax, también conocido como "El Blogguer de Bagdad".

Salam Pax era el seudónimo de un arquitecto de 29 años cuyo diario en Internet, lleno de observaciones sinceras e irónicas sobre la vida cotidiana en tiempo de guerra, le había convertido en una figura mundial. Famosito. Estuvo desaparecido durante tres días, no por culpa de los misiles de crucero estadounidenses, ni de los matones del partido Baaz, sino por dificultades técnicas. En los meses sucesivos, sus lectores se contaban por millones, a medida que sus relatos empezaron a citarse en The New York Times, la BBC y The Guardian. Si la primera guerra del Golfo dio a conocer al mundo el llamado efecto CNN, la segunda supone la puesta de largo de los blogs. Salam Pax fue el cronista más famoso durante el conflicto, más tarde, firmaría un contrato para convertir sus cuadernos virtuales en un libro y una película.

En el Perú, tuvimos el mismo efecto. Este año, la editorial Santillana lanzó, después de mucha insistencia, el libro de uno de los blogs más leídos del país. Busco Novia de Renato Cisneros, se ha convertido en el desfogue personal a la frustración constante sobre un individuo que vive a la intemperie de los desahucies emocionales y negaciones de la vida amorosa. Bastante adepto identificado. La antítesis paralela la tiene Alicia Bizzo, otra aceptada y recomendada escritora con su Busco Novio, quién lanza su libro en enero del siguiente año auspiciado por editorial Planeta.

Otro que alcanzó el éxito, monetariamente, es Arturo Goga. Periodista de 24 años que recibe un cheque mensual de 4,000 dólares por parte de Google Inc. Billetón, y empezó sin ánimos de lucro. Los tres lograron la popularidad dentro de un círculo o grupo, combinando la tecnología blog con sus propios conocimientos y especialidades. Al igual que ellos son muchas las personas que aportan a la construcción o destrucción del conocimiento. Ya sea por colaborar despreocupadamente o por fama, en su búsqueda interminable.

Ya lo decía Ignacio Escolar, periodista y bloguero (otra forma de llamarlos) quién dirige el diario
Público en España: “Un blog es una imprenta de bolsillo”. Es tan fácil de publicar o ‘postear’, subir contenido, que hasta es posible hacerlo desde un dispositivo móvil o celular. Por otro lado, este beneficio arrastra una negativa un tanto abrupta, ya que no existe un control permisivo por ser parte de Internet. El mal uso de temas denigrantes, carentes de productividad, es un hecho que se presenta innegablemente. Sin embargo, al mismo tiempo, la censura está presente en todos los contenidos blog. Los lectores están aptos a dejar comentarios a su parecer, incluso, reportarlos como abuso.

Cada bitácora virtual refleja la opinión de unos pocos a disposición de muchos. Quizá existen miles que hablen de lo mismo, pero es por repetición que su cultura blog es difundida y, justamente, por eso es que hoy son la forma de expresión de las masas. Crean tendencias, las acoplan a su medio, las regulan a su antojo, las modifican sin temor. Nadie puede sacar una tarjeta roja por la pantalla, ningún ‘e-referí’ puede amonestar las letras o fotos con que se juega el partido. Es el público quién amonesta o, en todo caso, aplaude y sigue los pasos de un líder incógnito. Escondido.

Aquél que solo escribe desde una laptop sobre su cama por las madrugadas, el otro que investiga para exponerle al mundo sus intereses o ese tipo que exorciza sus miedos y busca un doctor que cure sus rasgaduras internas. Todos ellos, resultan ser los pacientes, muchas veces, de los millones de comunes que terminan envolviéndose en el mismo catarro. Y cómo lo gozan.

Buenas noches, blogcito.

martes, 7 de octubre de 2008

NUESTRO MARCHOLO

Un problema, una pregunta, una petición, un secreto.

Veinticinco años en el Perú y no se le quita el dejo. Cigarrillo y negra coca, par de talismanes previos de salir al aire. Marcelo Oxenford se auto califica como un tipo sencillo, por lo que el siguiente texto que están a punto de leer –si quieren- no tendrá palabras rebuscadas y mucho menos difíciles. Una sola pregunta que derivó a quince minutos de muchas respuestas. Con la batería de la grabadora agotada, el actor, y ahora animador, siguió impartiendo cátedra de la naturalidad mal vista de ser un famoso sin nube. De lunes a viernes, conduce un programa sorteo por señal abierta a las nueve de la noche. Y hoy, regala un auto.


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Problemón: ha concedido tantas entrevistas en su vida y tenido que contestar siempre las mismas fatídicas preguntas, que a uno no se le ocurre ya qué averiguar. Llegó la hora de comprobar la vieja tara de que todo argentino es un león. A domar se ha dicho o, al menos, a no dejarme engullir. Un látigo imaginario en la diestra y una silla a mi siniestra. Solo por precaución, por qué luego tengo que desvelarme a redactar.

Jamás hablamos sobre su vida, ni de alguna historia en particular. Sin embargo, me veo en la esclarecedora obligación de informarles quién es o qué ha hecho o qué hace. Solo para los que difícilmente no lo hallen o para los que no tengan televisor: Apellido de universidad europea, Oxenford; nombre de galán, Marcelo. Casado con su trabajo y la actriz Ivonne Frayssinet. Lo divorciaron siete veces. Una hija. Dueño de una filmografía con 13 series nacionales dentro. Número de veces que aparece como titular en Google, más de 160. Anima también.

Esperando impaciente, recostado sobre un auto del parking, me limito a esperar. Lo diviso. Métanme a la jaula. Me acerco. Luisa, mi nexo, nos presenta. “Roy Flores, mucho gusto”. Un apretón de manos bastante conciliador. No fue tan malo, aunque ya me habían dicho lo contrario. Pedimos unos minutos para hacerle unas preguntas, las que hasta el momento no tenía idea de cuáles serían.

Lo abordamos en la cafeta del studio, desde donde se transmite el programa en vivo. Falta una hora. Conversa con una pareja que sostiene a su pequeño en brazos. Con la sonrisa pelada, nos pide solo diez minutos, está atendiéndolos, luego sería nuestro turno. Perfecto, más tiempo para pensar. De forma calculada nos arrimados a un costado, pedimos un té y un pan con perro (caliente). Hot-dog. Kilométrica merienda. El Empire State en su versión baguette.

Mientras pensamos si comerlo o no, mi oído se va con el actor. Tampoco es mucho esfuerzo, solo estamos a un metro. Repito lo de calculada: arma de oficio, maña de reporteo, herencia de metiche. Terminaron los diez minutos, se escapa. A dónde va. Tal parece que olvidó nuestra presencia. Roche. Cruza entre los autos mal estacionados dirigiéndose a su camerino. El locutor en off del programa lo acompaña. Abrazo de colegas. Se van riendo de un chiste que solo ellos conocen.

Salto largo. Son varios pies que me separan de escribir algo decente y real o de inventar un cuento con aire de guión. Comenzamos. “¡Señor Marcelo, se olvida de mí!”. Levanta la mano derecha, llevándosela a la frente, mientras lanza un largo “Oh” lleno de olvido. “Vení, vení, vení. Vamos adentro”. Nos internamos en sus dominios, mientras el criollo Pepe Vázquez -en calidad de juez- lanza su veredicto a un ilusionado aspirante a cantante pro. Es el show que se transmite en el hangar de al lado. Bulla de mundial.

Pretende entrar a la habitación de costumbre. Se desconcierta. Reubicado, no muy lejos, solo es la puerta contigua. Una estrella impresa sobre un A4 blanco dice su nombre. Me invita a ingresar. Hasta ese entonces imaginé un espacio solo de él, donde los posters y fotos del animador pintaran las paredes con esa onda de trajes, espejos, divanes, luces, caramelos e incienso. Se abre el portal y, caramba, creo que nos equivocamos recinto. “Pasá, pasá”.

Se llevaron las ventanas. Cuatro metros del muro más lejano al otro, y dos y medio en los otros dos, no lo hacen precisamente el lugar más idóneo para estirarse a plenitud. Paredes color naranja desganado no ayudan mucho a la ausencia de luz natural; nueve bombillas de mil vatios contrarrestan el fenómeno, buena con el bronceado. Un sillón verde limón, los de una pieza, resalta en la destemplada habitación al igual que el sol lo haría en medio de la noche. Sillas blancas. Desastre. No le gusta. Inmediatamente, haciendo un escándalo irrisorio (todo en broma) exige las negras. ¿Cábala? ¿O exigencia del divo que no se considera?

Allá voy, sino me caigo. Lo amenazo con la grabadora. Rec. Dos puntos. Primera pregunta -y la única-: ¿Cuál es la pregunta que nunca le han hecho? Respuesta: “Que si gané un concurso como actor (previo suspiro y mirada lateral izquierda, como usualmente hacemos para recordar). Obtuve un premio en Bertoloto como revelación en 1991. Y, bueno, me declararon ciudadano ilustre de Huancacho. Después todas son las mismas preguntas. Que cuándo empecé. Que cuándo chegué a Perú. Que cuántos hijos tengo. Que cuántas novelas he hecho. Que cuántas obras. Como estoy casado con Ivonne lo saben todo”. Lo detesta. Reporterito salvado.

Afuera lo ví con una pareja. “Vienen a pedirme un apocho, su hijito está mal, le han salido unas ampochas en el cuerpo”. ¡Ah! Amigo suyo. “No, no. Quieren concursar, pero no pueden por el tema de las chamadas (requisito indispensable para ser participante). Lo derivé con un médico sensacional –ese sí es su amigo- en un hospital del Cachao (Callao, por seacaso) que lo va a atender mañana”. Entonces usualmente le piden ayuda de ese tipo. “Plata me ha pedido 75 mil veces”. Y de las 75 mil cuántas ha dado. “Yo realmente achudo cuándo veo que el tema es verdad. Eso de venir a pedirte dinero en la cache no va. Después el hijo es alquilado y, en fin… (Hace un alto para pensar, me mira mientras decide que dirá). A mi realmente no me gusta hablar de lo que hago. No me gusta decir: mi plata esto, mi plata lo otro”. Claro, jamás hemos visto a un Marcelo Oxenford haciéndola de Papa Noel en las cuatro estaciones del año. “Te voy a explicar porqué, es muy sencicho. (A continuación aterriza la frase a chorro que enmarca toda la tertulia y por lo que veo, la ha repetido infinitas veces). La televisión es un medio de trabajo, pero no sirve para que te catapulten como el benefactor y el filántropo del universo.” ¡Ouch! Amén.

Las tiene claras. Obvio, las debe tener. Hace tiempo trabajó con una casa hogar sin nombre -demasiado dato-. Ayudaba con pañales, TV Cable, entre otras cosas. Lo que podía. Advirtió, cual penitencia directa, a la monja de cabeza, el tener la discreción sepulcral de una confesión cristiana. “El día que se enteren de lo que hago, se acaba todo”. Religiosa condición, la única para seguir ayudando era marginar a la prensa, chichera y amarilla, del hecho. Incluso a los aplausos y agradecimientos tercerizados de extraños. Yo puedo prometer quedarme callado, digo. Resucita un indignante evento para él: “Un actor muy –pero muy- conocido chegó a la misma casa con un televisor 32 pulgadas y dos cámaras de televisión. El tipo que hace publicidad de lo que regala es publicidad para él”.

Irónico resulta escribir sobre una suerte de secreto mesurado. Usualmente éste tipo de pepas (noticias, en el argot periodístico), no las lanza cual maíz perla a las ratas con alones que solemos ser los reporteros. Pero ojo, esto no es una entrevista con sus ocho letras, repetidas dos. Antes que nada y después de mucho, resulta ser un par de tragos sin alcohol –y sin trago-. Es como escribir una crónica fabulosa, llena de magia blanca encantadora; sin embargo, jamás mostrarla. ¿Y ahora a quién le doy de leer mi chamba? No pues Marcelo, nunca tanto.

Dispara un agregado, respondiendo a mi incógnita existencial: “Te lo cuento por qué vos me lo preguntaste (chinche), además sé que es un trabajo de la universidad. De otro modo, no te hubiera dicho nada”. Cierto don Marce, estaríamos mirando las moscas que no hay. Perfecta táctica. De aquí a treinta años podría seguir fungiendo que aún poseo el carnet de medio pasaje. Dudo tener la pinta que mi contertulio.

Otra cosa: Farándula. “Considero que el teatro y la televisión es una chamba, como el microbusero, como el reportero (gracias), como el médico. El hecho que te haga más popular es una cosa. Cho no voy a ir a Hollywood, así que no voy a ser un Robert De Niro y un Brad Pitt”. Inclina las cejas hacia atrás, mientras mueve la cabeza hacia el hombro izquierdo elevándolo. Comunicación No Verbal. Se ve honesto.

Me imagino que hubo algún declive. “En el 2003 fue un pandemonio. Tuve la mala suerte de trabajar con los Crousichat. (Crousillat. Desconocía las jugarretas de palo y astilla). Cuándo fueron descubiertos, a todos nos involucraron con echos”. Año sabático obligado. No tablas, no cámaras, no calle. Me estás cargando Marcelo. “Hice algunos trabajos de Marketing (marketero, ni por acá), un poco de consultoría. Dicté tacheres de teatro en Huancacho (ahora sabemos lo de ciudadano ilustre), Arequipa, Chimbote, Trujicho. Institutos en su mayoría.” Avisito en el diario. Propuesta. Atracamos con usted.

(Sin tocar, con el loco de la producción televisiva por dentro, entra Dafne, asistenta de dirección). Viene, presurosa, entregando el vestuario de la noche. Un traje gris que brilla como platino con líneas blanca verticales –esos de magnate novelero- y camisa palo rosa. Gangster gaucho. “Vení, vení, vení”. Pregunta con preocupación por el broche averiado del pantalón. Ella, olvidadiza, con cara de “sorry”, vuela a través del pasillo esmeralda. No sin antes recibir el adiestramiento preciso del don. También es costurero.

Cierro la puerta. Sigamos: fama. Ya parece esto un cadáver exquisito. “Famosos, famosos, aquí en el Perú, pues, solo Gisela (la Señito) y Christian Meier (el Zorro). Si salen a la puerta los pueden abrazar y apretujar, pero nada más. ¡En Argentina te matan!”. Quédese aquí, lo necesitamos vivo, coleando y regalando. Una duda, quiero saber si es conocido en la tierra ‘del Diego’, su tierra. En medio de una risa burlesca, me responde un sincero NO. “Por achí que en Miami puede que sí, las novelas se envían para achá, pero en Argentina no”. Por 1987 tuvo el protagonista en Buenos Aires, su casa. (En este punto habría que describir un poco sobre el nombre, el corte de estas, ustedes saben, cosas por el estilo, pero se me pasó). Luego se repartió como actor de reparto.

Una vez le preguntaron si se sentía famoso. “Pelotas” -ese fui yo-. “¡Famoso de qué! (¿No digo?) Si fuese famoso no solo sería algo conocido en Miami, sino que tendría una casa en Santa María, un Mercedes Benz y un guardaespaldas. Famoso de qué”. Ahora siento que la única pregunta que le hice fue la más certera. Quizá con otras, hubiera necesitado ese látigo defensor y la silla. Aunque terminé sentándome sobre ella y atando respuestas.

(Vuelve Dafne). Zurcida lista, él inspecciona. Turú-rurú-rurú. Tararea una melodía al aire con el sosiego de un chino cortando su bonsái. Relax. Manda llamar al mago del programa, tienen que explicarle los trucos con que los participantes retarán a la suerte. De otro modo, él quedaría alelado a nivel nacional. Antes de despedirme, como si fuese el embajador del estilo, le recomiendo decorar un poco el lugar. “Más tarde me traen unas cosas. Utensilios míos de trabajo. ¿Quién me puso esto acá?”. Refiriéndose a los tres cubitos hermafroditas que tiene sobre el ribete. No sabe que son. Me neither.

Se lo agradezco y me voy, consternado y satisfecho, con la grata sorpresa de encontrarme a un peruano que sigue pintando sus palabras de celeste y blanco, que vive sencillo como su camerino, que actúa sin las necedades de Stanislavsky, que anima con la fortuna de un maestro deslenguado y que siente como cualquier humano siente, pero él nunca lo dirá. Solo una petición para los que lleguen a ingerir esto: Top Secret, no leyeron nada. Sino, no les escribo más.

martes, 30 de septiembre de 2008

DE EMPORIO A IMPERIO

La Constantinopla más añil de Lima nos pone el mundo a los pies y muestra que el aire acondicionado en los pasillos es lo de menos. Polvos Azules, donde las cuatro “P” del Marketing tienen otro significado: pirata, piraña, pendejo y pandemonio.

La última vez que teñí mi vista de azulino, rondando estos lares, mi menesteroso presupuesto no me permitió comprar un minimalista reloj de pared que iba de acuerdo con la temática de mi departamento. Entiéndase minimalista por simple, o sea, no hay mucho o casi nada. Era un pedazo pulido de madera oscura con piezas metálicas. Los números distribuidos en dos grupos: del 1 al 6 y del 7 al 12. Cada uno en media luna con distinta tipografía. Yuca hasta para describir. A quién se atreviera a ver la hora se le iría el tiempo. Yo quería atreverme.

Con los Fenicios aquí se vendería hasta el alma -y a buen precio-. Arquitectura de doble entrada y tres pisos, suficiente para invocar al espíritu derrochador que nos posee cada fin de mes. Sin duda, convierte a cualquiera en súbdito irremediable de posesa tentación. La monarquía se vuelve popular, reyes por doquier: del CD, del jean, del zapato, del vestido, del reloj, del libro, del perfume, del juguete, del porno.

No hay carritos y tampoco asesores. Irrelevante. Unos compran, otros venden, algunos preguntan, todos van y vienen. Se percibe un ruido en el ambiente: una mezcla de salsa, cumbia, balada y regateo. Por internarse en tremenda aventura, Indiana Jones cambiaría su veintiúnico sombrero. Y que, a manera de dato, venden unos igualitos en el pasaje 33. Mi misión es otra. No recuerdo ni el lugar exacto, pero te buscaré. Hoy vine a llevarte, relojito.

PRIMERA “P”

“El que nunca ha comprado pirata, que tire el primer DVD”, frase que resume el apoyo desmesurado a la gracia ahorrativa de vivir en el Perú. Gracias Jaime Bedoya, por ser periodista y encima peruano. Gracias. Viejo y diablo.

La doctora Polo y Laura Bozzo, a tres cincuenta cada una. Si tremendas baronesas supieran que rematan toda la saga de sus quickly juicios y ‘talk-plops’ dentro de un Princo, necesitaría cambiar sus sets de TV por el nuevo estadio de Beijing -en su versión “Nido de Pájaro”- para juzgar a medio pueblo. Pero no. Jamás se enterarán. Punto a favor. Caso cerrado. Qué pase el amante.

Exactamente lo mismo ocurre con Univisión y TV Azteca. Imposible que no exista telellorona noventera o producción lacrimal que no se encuentre en sus parvas de catálogos plastificados. Cuna de lobos. Quiceañera. Dos mujeres un camino (con todo y trailer). Corazón salvaje. Rubí, aplastando corazones con sus altos tacones. El Premio Mayor. La siempre espontánea Luz Clarita. La trilogía de las Marías: María Mercedes, Marimar y –sellando- María la del Barrio (costeñita y pepenada). Incluso la maestra Jimena sometida, por unos ripios, a las fantasías de esos niños que ahora cruzan los veinticinco.

Hace poco me quede sin Cable, los veinte soles que entregué como único pago por ochos meses de éste, me malacostumbraron a consumir la última tendencia en series gringas. Para cuándo el Operativo Duna tocó mi puerta, yo ya no podía dejar pasar un día sin ver al trastornado Dr. House, a super Clark en Villa Chica, a la blonda de Nip Tuck, ni a las genialidades caóticas de Homero.

¡Eureka! Por cincuenta soles, los que no quiero gastar, puedo llevarme todas las temporadas de cualquiera. Pepe Grillo, en voz confío. Devuelta al vicio. Excepto a los Simpsons, que son ahora considerados parte de la literatura contemporánea. Sus diecinueve años de creación pesan unos dos kilos, serían uno doscientos soles. Me gané una deuda mental. Esperaré a fin de mes. Estamos seis.

Mario Bross en su High Race se pasea maniobrando por los recovecos del hormiguero. Me lo crucé siete veces, conduciendo su auto que expiraba un fuego endemoniado que salía del afiche. Gran demanda para el chato. Castlevanía, Final Fantasy, Metal Gear, Crash, Tekken y más juegos de FIFA que peloteros en el mundo. De todo para el Play Station. Memorias y mandos, también.

Qué buena canción. Un segundo, esa la toca. No. Es, tampoco. Aproximándome a la señorita, me retiene un extraño miedo por su facha de gótica metalera con alegría de emo. Llego. Le falta un ojo. En pro por salir de la duda, pregunto, y ella, masticando su chicle, haciendo un globo que no le sale, asienta la cabeza. Es Helloween. Un grupete de la promoción de Gannaray, Alextrez, Exodo y Kind Diamond. Batería pura. Música para exorcizarse, hacer piques o ahuyentar a cualquier ser indeseable de los dominios territoriales de tu habitación. A mí me resultó. Los sonidos que necesites ahora o en la noche o el viernes o en ese viaje: aquí.

Melancólicos con Bon Jovi, felices con Bacilos, irascibles con Metallica, incomprendidos con Panda, positivos con Diego Torres, peñeros con Lucha Reyes, relajados con Enya, extasiados con The Killers, pensativos con Arjona, o empilados con Tongo. La pegada se siente mejor con sonido ‘turbo stereo digital power’. Escoge, escucha, estornuda, entrega unas monedas a cambio y ya saltaste todos los impuestos que los derechos de autor exigen. Cuatro por diez. Uno que otro con cancionero.

Las melodías de tu historia -y la mía- en caja o bolsita. De todo, incluso las futuras toneras 2010. Calata de rigor, básico. ¿Disco rayado? No pasa nada. A pocos metros, la Asociación Peruana de Autores y Compositores (APDAYC), tiene instalado una silla con un letrero. “Exige tu pirata original”, parece decir.

Antes de pasar a la siguiente sección, me hostiga la necesidad compulsiva de llevarme algo de este racimo musical. No importa regresar a pie. Escudriño en mi canguro, solo encuentro dos miserables monedas de sol, el intocable billete y un recibo botiquero por comprar pastillas. Maldita alergia. Maldita humedad. Comienza el desánimo. Solo una ñizca en discos. Un par de gemas más para esa torre de piratería personal que con tanto orgullo cuido. Pepe Grillo dónde estás. Me llevé a André Rieu in Wonderland y a la doctora Polo. Y hasta ahora no los veo.

SEGUNDA “P”

Pantalón del Chavo. Un enfurecido dragón que emerge de la basta hasta la entrepierna, atravesando la franja naranja y la red. Polera encapuchada de líneas horizontales azules con blanco. Polar hasta en verano. Las mangas sobrepasando el dedo anular. Zapatillas blancas ‘Niki’ de proporciones transatlánticas. Sin medias. Mucha marca, poco rostro. Gorrita. Un andar signado por el arrastre de suela. La “CH” como fonema básico del habla. Mechón oxigenado. Te miro, qué miras, te pongo. Ya ‘fuistes’.

Errático, destella el esplendor de un personaje perdido en el desahucie. Un brillo opaco que repele cualquier saludo y hasta una cambiada de acera. Un concepto tan arraigado en el occipital, que yo también me doy una vueltaza para no pasar por la cuadra de graffitis. Esa es la primerísima idea de piraña. Al menos en nuestro rojiblanco país. Para el resto del mundo: un simple pecesillo amazónico con mucha caries. Aprovecho para agradecer a Hollywood por regalarnos esa imagen.


Dentro de las callejas de Polvos Azules, la idea es casi la misma. Aunque la experiencia de haber planeado varias veces sobre sus convulsas ofertas, agregándole la interpretación de esos rostros satisfechos, me hacen dar por valedero -una vez más- que ‘lo bueno’ no solo se vende en una tienda por departamento. Monos que no se atreven a dejar esa investidura burgués que no poseen y que, sin embargo, tratan de ostentar.

Relajado, sentado junto a una chimuela cacera, le compro un Sorrento. Mi preferido. Pongo un pie sobre el asiento de losa y un brazo sobre el mismo. Observo. Sin mucho esfuerzo, lo noto, es un imperio policlasista. Cualquiera que se considere de gran abolengo y tenga el extraño recelo de pisar sus tierras, debería pensarlo dos veces.

No soy dueño de un puesto. Tampoco vengo seguido. No pretendo promocionarla. Solo conozco unos cuantos apócrifos points que son la verdadera salvación para mi. Tres vericuetos que proveen mis necesidades absurdas y uno que otro deseo social. Okey. Lo diré: un taciturno cincuentón que vende libros caletas, una descuajeringada muchacha que consigue música de otra galaxia y un infiltrado tipo que no sé de dónde saca películas que aún se están rodando. Locón.

El resultado de esta “P” es una invitación a un prejuicio liberado. O más de uno. No se respira fresco; al contrario, en épocas de Belén -y otras fiestas- puede ser más que claustrofóbico. En la tiendita verde o negra no es tan distinto. Los cuerpos adosados y en hilera también estarán. Quizá esas luces dicroicas llamen más la atención que los fluorescentes sin protector.

Los hallazgos que nunca acaban: celulares, celulares desbloqueados, celulares a pedido. Gafas, gafas nacionales, gafas extranjeras, gafas a pedido. Zapatillas, zapatillas ‘de marca’, zapatillas sin marca, y a pedido también. Ropa exageradamente chick, si te gusta la peliculina. Y si te afana el reggaetón, por ochenta soles puedes lucir igual que cualquier boricua lleno de flow y mucho blim blim. Elegante con la ‘guayante’.

Tengo que salir de aquí antes de que consiga a ese Fenicio comprador de almas y negociemos la mía. Hay miles en E-Bay. Empiezo a perder la fe en mi misión. Me provoca otro Sorrento, la cajita está dieciocho soles, vienen veinte. Pepe Grillo, no me falles. Está bien. Solo una para el mes. Cruzo la pileta, salto tres escalones, huyo. Volteo y miro de soslayo, la parca consumista me viene siguiendo. La arrastran cuatro caballos de descuento. Sudo. Entro de costado a un colorido pasaje. Me agazapo. Mismo comercial de desodorante. Te gané Bárbara Blair.

¡Stop! Rebobinando la triatlón, acabo de ver a la mujer más perfecta del hemisferio, pero no habla. Gran problema. El maniquí más escultural de mi vida. Piernas como rascacielos, piel de recién nacido, cuello largo, peinado Monroe, una figura de reloj de arena, bellos y bronceados ojos copa D. Recontra tiesa. Estoy mal, confirmo que este lugar me afecta. Cincuenta metros de bikinis, bañadores, sudaderas, tops, hilos y más hilos. Paraíso matriarcal.

Toneladas para ellas, demasiado para nosotros. Para las Bond, para las cosmopolitas, para la fitness, para las malas, para las desenfado, para las yuppies, para las indi, para las Yankee, para las destructoras de billeteras, para las fatales, para las TNT, para las indecisas, para las buena gente, para todas. Pobre Carolina Herrera, si supiera.

TERCERA “P”

Siendo chicos, nos debe haber encantado un juguete en especial. El que llevábamos a la ducha, al paseo del cole, a la casa de tu tía y a misa. No necesariamente fue el más caro. Haz memoria. Casi todos hemos tenido la pesadilla chonguera de peregrinar, toda una tarde, buscando un variopinto plástico para un primarioso infante. “Ya! Este! Ta’ bacán! Se acabó!”. Regalazo. Tres pares de pilas rechonchas para que avance. Espectacular. Mejor me lo quedo y regalo otra cosa. Tanta bola para dar buena imagen con los papás y el resto de la familia, y que al final lo ‘chotee’ por un mediocre trompito.

Viajemos unos diez, veinte, treinta años atrás. O los que quieras, depende de tu vigencia. La pregunta es en dónde habrá quedado nuestro toy de cabecera. Tu mamá lo sepultó con tanta vehemencia, por no decir demencia, que olvidó contar los pasos y poner un aspa con rojo. Lo guardó tan bien, para tenerlo de recuerdo, que encontrar un nuevo Tutankamón sería más fácil.

Se acabó la frustración, boten esa pala. De un vitrinazo encuentro a Optimus Prime tras un mostrador, a Megatrón también. Los Autobots y los Gobots juntos. A los Playmobil y al anticriptónico Superman de refilón. Los G.I. Joe en posición de embiste. A los Caballero del Zodiaco con todo y séptimo sentido. La manchita completa de la Marvel con Spirderman y su peligrosa tela de araña de hilo canuto. Ídolo. Los Jedi con su nuevo centro de comando (ni el carismático Chávez). Hasta R2D2 -‘Arturito’ para el buen entendedor- se quedó sin trabajo y lo rematan por sesenta soles como tacho. El basurero más tecnológico del país.

Los muñequitos de Hi-Man y todos los amos del universo. Puro héroe en tanga. Creo que, a partir de cierta edad, es mejor no volver a revisar los íconos de la niñez, podría conllevarnos a una tertulia intrapersonal bastante confusa. En realidad la oferta es ligeramente machista. Son más las cosas que se ofrecen para el mercado infantil masculino, que para ellas. Sorry chicas. No es tan fácil encontrar un Chichobelo, un Sweet Blondy o una Fresita.

Aún conservo algunas cosillas de mi chiquititud. Tengo un personaje del Comando Cobra, un caballito de madera, varias espadas luminosas, pero me falta un avión. ¡Grillooo!. Ya caminé bastante y no encuentro la tienda por la que vine. El desaire comienza a recordármelo. Digamos que quiero ofrecerle algo de entretenimiento a mi sobrino en cada una de sus intempestivas visitas. Sí cuñao -y yo me llamo Leono-. Me da el Megatrón por favor. Son quince mangos. Gracias, su cambio.

Astroidiota. Qué hago gastando diez soles cada cierto tiempo en este huacháfo corte de cabello, si por la mitad aquí le incluyen masajes y, además, entregan una gaseosa mediana o un paquete de galletas. Las que el cliente elija. Por un segundo, imagino a Marco Antonio obsequiando unas Margaritas: “Gracias, vuelva pronto”.

Amarillo y floral, así recibe a sus acérrimos este Unisex de dos por tres metros. Un espejo, una silla. Si lo miramos desde un ángulo ‘marketero’, exclusividad al tope máximo. Mientras ojeo las ‘Beverlihillianas’ revistas sobre la repisa, Kharla, la encargada (sí, con “h”), me dice que solo hay dos puntos que se dedican a hacer milagros capilares a lo largo de todo el azulado territorio. Separados ambos. De repente les otorga cierto aire a monopolio sectorial. Es tarde, me voy. Dejo de ver los cortes de Salvado por la Campana y Miami Vice. Fugo

Son casi las siete de la noche, después de tres horas, misio y cansado, decido partir. No sin antes visitar los últimos pasadizos del culto a la naturalidad. La bonanza y buenaventura del hombre y la mujer en su belleza absoluta. A media puerta abierta -o cerrada-: las mejores porno de la capital. El túnel color carne más sediento de esta aldea comercial. Área parroquial. Y yo buscando a Cipriani. Señores, jóvenes y adolescentes, revisan las portadas en actitud silente, como quien revisa un pasaje de Deuteronomio. Con ellos no es.

Valentino. Así se llama el más reciente éxito de Producciones Elastic. Es la historia de un tímida chica que decide encontrar el amor en manos de un hombre malgeniado. Él le paga mal, ella decide huir. Dije chica, sí. Pues es ese el detalle. Y tiene nombre de varón, como Simón -el de la salsa-. Vaya sorpresón. Me la recomiendan. Esquivo la propuesta improvisando: “¿Hasta qué hora está abierto?”.

La pela extranjera paga más; sin embargo, las nacionales fácilmente podrían aspirar al Oscar. 4Assholes también pasa por mis ojos. Sale a cuatro luquitas. Qué cara tendré, que el encarnizado vendedor tiene la plena seguridad de que logrará endosarme una. No puedo. Ya me compré a la doctora.

CUARTA “P”

Pepe Grillo me abandonaste, te lo agradezco. Llevo en mi mochila inocua libreta espiral, diabética caja de chocolates y vengativo Decepticon. Diente pelados, sonrisa brillante. Feliz. De todas formas el bendito objetico (me puse Venezolano) ya debe estar en alguna pared desmerecida. Y sigo raudo.

La verdad que con todo el mundo resumido en un solo lugar, entran ganas libidinosas de trabajar como asno sin reclamo. Juntar la quincena y el treinta, y, sin compasión, desmesuradamente arremeter contra el buen ahorro y los consejos de banca. Hasta Salvador del Solar viniendo después de grabar el comercial.

Ha dejado de ser ese “chicha” centro comercial de clientela popular para convertirse en una oda a la descentralización cultural. Comenzó con don Gaspar de los Reyes, un emprendedor que descubrió la fórmula mágica para teñir de azul el cuero de cabra, allá por 1570. El Jirón Santa, a media cuadra de la Plaza Mayor, empezó a ser conocida como la calle de los polvos azules. Los ambulantes que sobrevivían en sus grises veredas incrementaron su número.

Para 1981 eran demasiadas sardinas en una estrecha lata de cemento. Plan reubicación, todos en filita. El alcalde Orrego quería recuperar el Centro de Lima, por decreto de alcaldía 110, los envió con todo y nombre a su actual fuerte. Más de 3,200. Actualmente dominan las llanuras mentales de lo barato, universal, extraño y limeño. Comenzó con la necesidad por vender y surgir; ahora la necesidad es nuestra, por comprar y vivir.

Hipotálamo activado. Comprar, comprar, comprar. Las negativas son imposibles ante esta mole de derroche. Acabo de escuchar a una barriunta dama prometer a su pequeño el traerlo en su cumpleaños. ¿Walt Disney? Qué Walt Disney. ¡Polvos! Hasta premio por buena conducta y cumplimiento de tareas. Ojalá que cuando venga a cumplir su promesa, no lo traiga solo para ver. Lo digo por experiencia, un tema de frustración personal.

Pregunto por la salida, no me ubico bien. Sin energía, me limito a un andar parsimonioso. Llevo puestas unas sandalias que terminaron por horadarme el talón izquierdo. Exit, exit, exit. Nada. Dónde estás puertita del infierno, déjame salir de este pandemonio –tu capital-. Ya me entró el hambre. Un sangüchito, no hay solvencia. Mejor le rezo. San Guchito, muéstrame el camino.

Oración atendida. Por fin, el escape a la salvación a pocos metros de mi saciada existencia. En calidad de ‘cronireportero’, una mezcla de cronista y lo obvio, miro a ambos lados con la idea de empaparme -un poco más- de los detalles que posiblemente escaparon a mi percepción (mientras mantengo la sensación de haber hecho una excelente inversión). A veces me salen versos sin esfuerzo. Irónico, en esta última no rimó nada.

Tic, tac. Tic, tac. Muero, mato, atropello, quemo, descuartizo, corto, sableo, despedazo. De pronto soy otro. Que alguien me pase una pistola. Encontré la tienda perdida y allí estaba, exacto y marrón. Literalmente, dando la hora.

Coche Subaru.